martes, febrero 6

Entrevista a "Carlín"

Aquí les dejo la entrevista hecha a Carlos "Carlín" Tovar por Luis Gárate para Nuestra Bandera (Chekear la entrevista completa dando click al titular del post). La edición corre por cuenta mia. No quise mutilar mucho por no haberla hecha yo mismo, y, sinceramente, me dio un poco de flojera terminar la correción ortográfica =)

“Hay que relanzar el internacionalismo proletario”
Habla Carlos Tovar, “Carlín”
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Por Luis Gárate Sánchez

Nuestra Bandera conversó con Carlos Tovar Samanez, “Carlín” el conocido caricaturista político y también, confeso marxista, que recientemente publicó un libro titulado “El manifiesto del siglo XXI”. Nos contó sobre su libro y las perspectivas de la lucha de los trabajadores.

NB: ¿De donde surge la idea de escribir el libro el “Manifiesto del siglo XXI”? ¿Por qué publicarlo en el contexto actual?

CT: Mucha gente de mi generación, a raíz de la caída del muro y de esta gran revolución informática y neoliberal, empezaron a alejarse del marxismo. Inclusive, escuché decir que si todo fue un fracaso “algo tiene que estar mal en la teoría para que las cosas salgan tan mal”. Eso para mí es como que a usted lo jalen en el examen y queme el libro. Yo en cambio decidí empezar a releer los libros del marxismo y encontré las explicaciones para las cosas que están pasando ahora. Marx está más vigente ahora, como de hecho estoy más convencido que nunca.

Cuando se publica el 150 aniversario del Manifiesto Comunista, yo estaba avanzando mi primer libro “Habla el viejo”. Entonces, tuve noticias del libro de Marshal Berman, que se llama “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, donde dice que “cuanto más viejo me hago, el manifiesto parece rejuvenecer” y otras cosas acerca de la vigencia de Marx. Eso me motivó a acelerar la publicación de mi libro “Habla el viejo” donde yo interrogo al fantasma de Marx y le pregunto qué pasó en la URSS, por qué cayó el muro de Berlín. Él aclara todo esto, y al final el fantasma plantea una tesis sobre la situación actual, que es que el capitalismo actual tiene una contradicción fundamental y que la bandera de lucha que hay que levantar, como reivindicación inmediata, es la reducción de la jornada de trabajo a 4 horas. Poco antes de desvanecerse, el fantasma me encarga difundir esa propuesta. Este libro, el Manifiesto del siglo XXI, no hace más que cumplir con el encargo del fantasma de Marx.


NB: Pero ¿usted realizó esta reflexión solo, o la discutió o la contrastó con otras personas?

CT: Paralela a mi relectura de Marx, yo tuve una reflexión en mi trabajo. Uno reflexiona a partir de sus condiciones de existencia. Las reflexiones nunca se producen por los libros en realidad, eso sería invertir la epistemología. Uno de la realidad va a los libros y luego vuelve a la realidad. El año 92 entré como diseñador gráfico a una agencia de publicidad. Pero el año 94 vino la revolución informática y empezaron a computarizar todos los departamentos de la agencia. Nos enviaron a todos a cursos de diseño por computadora. Mientras duraba esto, yo iba haciendo reflexiones sobre qué significaba este cambio tecnológico que ahorra trabajo, pero nunca estábamos trabajando menos, sino se tendía a trabajar más.

La agencia donde trabajaba era una especie de isla de racionalidad en el mar de las agencias que nunca han respetado el horario de trabajo. Pero con el tiempo se fue dando, no por la competencia sino por los propios clientes que querían cosas urgentes. Por otro lado decía, estábamos haciendo más trabajo. La computadora nos permitía hacer el trabajo más rápido, pero no significaba un aumento de sueldo general para la gente o que trabajáramos menos. Así me di cuenta que hay una trampa sensacional: vamos mejorando nuestra productividad por la revolución tecnológica, pero eso no beneficia en absoluto al ser humano.

En la revolución tecnológica en los términos de Marx, el capital constante es la suma de maquinarias, insumos; y el variable es el costo de los salarios. Al aumentar el capital constante en proporción al capital variable, disminuye la tasa de ganancia. Marx señala que esa es la contradicción fundamental del capitalismo. Yo pensaba que si estábamos en una revolución neocapitalista tenía que haber una contradicción fundamental en este desarrollo, que como todo sistema social lo lleva a transformarse. Es decir, lo que pasa es que la masa de capital es enorme pero el porcentaje de trabajo humano en esa masa de capital es cada vez menor, por cual las utilidades en proporción a la masa tienden a bajar. Eso para el capitalismo es mortal, no pueden soportar que la tasa de ganancia baje, por eso le piden a la gente que trabaje más horas.

NB: Esta reflexión que hace, parece una propuesta original por el énfasis que hace en la disminución de la jornada laboral a diferencia de las plataformas de los movimientos políticos de izquierda ¿Considera que se complementa con otras aportes y lecturas del marxismo?

CT: Estoy absolutamente convencido que esta es una propuesta original. Estoy completamente de acuerdo con desarrollar la organización política y los movimientos altermundialistas, todas esas cosas son correctas. Lo que es real para mí, es que el capitalismo está ganando la batalla. Estos movimientos no hacen más que gritar en las afueras de la conferencias sin tener hasta ahora mayor efecto. Porque no puede haber ningún movimiento ni partido político sino es sobre la base de reivindicaciones concretas.

Estoy convencido que aquí está el error. La izquierda ha abandonado el terreno de la economía. Creemos que vamos a combatir el capitalismo diciendo “hay que organizarse, movilizarse”, pero en función de qué reivindicación concreta que nos permita, una vez ganada, modificar la correlación de fuerza a nuestro favor. Las izquierdas están tratando de mitigar los efectos del capitalismo. Ya nadie cuestiona el capitalismo como sistema. Entonces la reducción de la jornada nos va a permitir cambiar la correlación de fuerzas en favor de los trabajadores y sobe esa base se podrá constituir un poderoso movimiento político socialista, que tendrá que reconstruirse con una nueva perspectiva marxista. El otro problema de las izquierdas es que han caído en una amalgama de ideologías. Se ha creído que los errores y fracasos son debido al marxismo, entonces han dicho que, tal vez, alejándose un poco del marxismo vamos a tener mejores resultados. A donde están yendo es cuesta abajo.

NB: ¿Estaría diciendo entonces que la izquierda peruana estaría fuera de foco al no poner énfasis en lo económico, en especial la reducción de la jornada laboral?

CT: La primera cosa que sucede que una consigna como la reducción de la jornada no puede ser una consigna para la izquierda en el Perú, sino tiene que una consigna mundial. Por supuesto que van a decir que eso no procede acá. Nosotros tenemos desventajas de productividad frente otros países. Si esto se produce como una conquista mundial, debe partir, sin duda, de Europa, EEUU y los países avanzados de Asia para que llegue aquí y nos pleguemos a esa lucha. Solamente nos vamos a poder plegar a una lucha universal si países donde la productividad es más alta y sindicatos más poderosos, capaces de lanzar estas conquistas, toman la iniciativa, como fue originalmente con las 8 horas.

Afortunadamente algunas izquierdas acá mantienen vínculos con los sindicatos. Creo que la CGTP y el SUTEP son lo más valioso que se pueda tener como base. Otros se han alejado y han empezado a trabajar en otros ámbitos que no conducen a mi juicio a nada.


NB: ¿Cuál es de su apreciación de la izquierda en el Perú en el contexto de su apreciación general?

CT: Lo que habría que hacer es entender es que los problemas mundiales solo tienen soluciones mundiales. Hay que relanzar el internacionalismo proletario. Esa es la única salida, la única cosa correcta que puede hacer cualquiera que se considera de izquierda es ser absolutamente internacionalista hoy en día y pensar en como lanzar una lucha internacional. Y el primer peldaño para ello es la reducción de la jornada de trabajo. Lo que yo quisiera lograr es que la izquierda peruana, la CGTP o los sindicatos eleven esto de la lucha por la reducción de la jornada. Ningún gobierno puede luchar contra el capital transnacional desde un país, y menos desde un país del tercer mundo. Algunas cosas se pueden hacer…

NB: Pero ¿qué se puede hacer, mientras la izquierda peruana casi no existe como organización política?

CT: En las buenas épocas del siglo pasado había un internacionalismo, la izquierda se movilizaba internacionalmente, iba a los congresos. En la época de Mariátegui hubo un famoso Congreso de la internacional acá en Buenos Aires. Iban los dirigentes de un lugar a otro. Había toda una red mundial. Eso no lo veo hora. Lo que pasa es que también esa red fue realmente internacionalista en el buen sentido durante muchos años, hasta que se fue convirtiendo a mi juicio poco a poco en una especie de gran maquinaria de propaganda de la Unión Soviética digitada por Stalin, donde la labor de cualquier internacionalista era alabar a la Unión Soviética y luchar por la patria del socialismo. Pero ahora ya no hay ningún peso mundialmente, salvo que uno crea que la China puede ser un faro de la revolución mundial o algo así. Hay que volver a fundar la internacional. Mientras tanto hay que tratar de hacer la máxima resistencia posible contra el capital.


NB: ¿Usted no ve muy viable en esta etapa a los partidos o grupos que planteen propuestas de gobierno?

CT: No, está bien que se haga, yo no me opongo, eso es parte de la resistencia mundial contra el capital. No vamos a dejar que nos destruyan mientras no se produzca la jornada. Pero yo no voy a ser uno más de los que están diciendo que es lo podríamos hacer acá en el Perú respecto a la ciudadanía, la regionalización y lo que fuera, para tratar de modificar el TLC y que las condiciones sean menos desfavorables. Todo eso que están haciendo está bien. Sin embargo, hay algo que está faltando, y es algo que nos permita entender que si hacemos las cosas que estamos haciendo todos vamos a ser aplastados por el capital. El mismo Alan García lo dijo, el capital se mueve mundialmente, hace lo que le da la gana, maneja a los gobiernos más poderosos del mundo, los paraísos fiscales, las bolsas, las calificaciones riesgo, todo. Y no vamos a pensar en enfrentar ese lío que es mundial, haciendo batallas aisladas en cada país; ésa no es razón para que yo les diga a los que están luchando en cada país ¡ya, ríndanse y entréguense al capital! Pero si no logramos vertebrar un movimiento internacional de los trabajadores, creo que vamos a la derrota. Una vez que haya pleno empleo, que es la consecuencia lógica de la reducción de la jornada, cambian las condiciones en que uno negocia del trabajo frente al capital. Otra vez vamos a la dialéctica. Todo cambio cuantitativo, lleva un momento, produce un salto cualitativo. Por ejemplo, reducir la jornada de trabajo a 35 horas como hicieron en Francia, no es más que un cambio cuantitativo. Pero reducir a 4 horas, y dentro de es misma plataforma que sucesivamente, anualmente, se siga reduciendo la jornada en proporción al aumento de la productividad, eso es un cambio ya cualitativo.



NB: ¿Usted respalda los procesos de Cuba, Bolivia, Venezuela, o los ve críticamente? Porque parte del internacionalismo estaría en respaldar esos procesos.

CT: Si, claro que los respaldo. Pero no tengo mucha claridad que está pasando con Chávez. Qué es lo que está pasando con la economía venezolana, si es una cosa viable, que sea una revolución productiva y no vaya a depender toda la vida del petróleo. Usted goza de una especie de chorro de dinero que le cae siempre, entonces esto no motiva a una revolución productiva, tecnológica; es muy fácil vivir de estas rentas petroleras. Económicamente eso no puede ser la base para una revolución. Más sólido me parece lo de Evo Morales, que no solo ha nacionalizado los hidrocarburos, ha planteado una reforma agraria, una constitucional, creo que es el más avanzado de América Latina. También es el que tiene más conflictos, porque empiezas a tocar ciertos límites que el capital no puede aceptar. Tal vez al capitalismo mundial no le importe que Hugo Chávez se llene la boca “que el socialismo, la revolución, Bush genocida”, si nos sigue vendiendo petróleo.

Yo veo con simpatía esto, pero no me parece ninguna maravilla. La única base real sobre las que podríamos cambiar las condiciones, es esta, una lucha mundial, que en realidad no es tan distante como uno la puede imaginar. ¿Qué hacemos nosotros haciendo acá movimientos de solidaridad con China, con Cuba? ¿Eso cambia las condiciones del trabajador que está explotado? Está bien que se haga, pero ¿estamos cambiando las condiciones? Entonces que crezca el eje de Venezuela, con Bolivia, y hayan más gobiernos de izquierda en América Latina. Estaría muy interesante. Ahora hay muchos gobiernos de izquierda en América Latina, pero no hay un proyecto ni remotamente.

NB: Pero podría haber, es un comienzo…

CT: Yo creo que tienden a diferentes ejes. La cosa de Lula es una, Kirchner es muy diferente. Evo Morales con Chávez y ahora Correa, es lo único concreto que hay. Por ese camino, podríamos llegar a hacer muchos avances, pero no creo que podamos cambiar fundamentalmente las reglas del capitalismo. Lo que pasa es que hay dos tareas en los países atrasados. Uno de modernización o la revolución democrático-burguesa, que no está cumplida en nuestras realidades. Porque no tenemos ciudadanía modernidad. Pero la verdadera revolución que tenemos que plantearnos ahora es la revolución contra el capital, que oprime cada vez más al trabajador. Si estos proyectos avanzan, podrán ponerle siempre ciertos límites, pero en general van a tener que acatar las normas del capital. Esa realidad solamente la vamos cambiar con una lucha mundial. Además yo no soy el que digo, eso lo dijo Marx. Él trato de lanzar un movimiento internacional. Yo soy un poco escéptico, porque ninguna de estas experiencias ya representa el socialismo de Marx. Ni siquiera doctrinariamente. China tomó otro camino. Ni Venezuela, ni Lula, ni Kirchner, menos Chile. No digo que tienen que ser marxistas, pero lo digo para la claridad política de esta cosas no es tanta. En la época de la internacional de Mariátegui, e incluso Haya de la Torre, cuando planteó de saque un movimiento para América Latina, al principio marxista. Porque la única cosa concreta que tiene que hacer un partido es cumplir todas las condiciones que impone el sistema electoral. Todo este sistema electoral es una farsa. Formas tu partidito y vas a entrar ahí. Talvez debería formarse un partidito que jure que no va a participar en ninguna elección y que solo va a luchar por cambiar el sistema. Ese sería realmente un partido revolucionario. Alguien podría decir que subversivo. No me refiero que solo va luchar por las armas. Eso sería suicida. Tiene que reivindicar el internacionalismo y el programa mínimo para este movimiento mundial que es la reducción de la jornada de trabajo. Y ese programa máximo, para no decir el socialismo, es el gobierno mundial de los trabajadores.